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En 2024–2025 el tablero comercial de México experimentó un giro notable: el gobierno federal empezó a considerar (y en varios casos a aplicar) medidas arancelarias dirigidas principalmente a importaciones procedentes de países con los que México no tiene tratados de libre comercio, con China en el centro del debate, mientras que en paralelo Washington presionaba y amenazaba con aranceles contra México por asuntos distintos (migración y seguridad).
El giro arancelario de México
México ha avanzado en dos movimientos complementarios. Primero, desde 2024 el país aplicó aranceles temporales a una parte de las importaciones vulnerables (un paquete inicial que incluyó 544 fracciones arancelarias, con gravámenes temporales entre 5% y 50% sobre productos de países sin tratado).
Segundo, en 2025 el Ejecutivo presentó al Congreso una reforma que amplía y endurece el paquete: la propuesta oficial contempla aumentar aranceles en hasta 1,463 fracciones, cubriendo industrias como automotriz, electrónicos, textiles, plásticos, siderurgia y calzado; y afectar importaciones por un valor aproximado de $52,000 millones de dólares, es decir cerca del 8.6% del total de importaciones mexicanas.
El objetivo declarado es proteger cadenas productivas nacionales, reducir dependencia de insumos importados y presionar a socios comerciales a renegociar reglas de origen o condiciones de comercio.
¿Qué industrias sentirían primero los efectos?
La lista propuesta incluye sectores intensamente integrados a las cadenas de valor como autopartes y autos ligeros, componentes electrónicos, plásticos y artículos de consumo (juguetes, muebles, calzado, textiles).
Las estimaciones públicas que acompañaron la iniciativa cuantifican el universo afectado en ~52,000 mdd de importaciones potencialmente golpeadas; sin embargo, esa cifra corresponde al valor de las fracciones afectadas (es decir, valor de importaciones sujetas a cambios), no a la recaudación fiscal inmediata que producirían los nuevos aranceles, la cual dependería de tasas finales, exenciones y del comportamiento de importadores frente a subidas.
Ante esto, Beijing ha reaccionado con clara oposición diplomática y advertencias públicas pues voceros del Ministerio de Relaciones Exteriores de China han manifestado su “firme oposición” a medidas que discriminan productos chinos y advirtieron que defenderán los intereses de sus empresas en foros multilaterales y, si procede, mediante contramedidas comerciales.
La política pública china tiende a combinar protestas oficiales, consultas comerciales y, en casos extremos, respuestas arancelarias limitadas o medidas administrativas sobre empresas específicas.
En la práctica, una guerra arancelaria directa entre China y México podría adoptar formas menos visibles (investigaciones antidumping, restricciones administrativas) antes que bloques frontales masivos, pero la amenaza de represalia existe y es económica y política.
¿Y qué pasa con Estados Unidos y el TMEC (USMCA)?
Washington ha utilizado la amenaza y la aplicación de aranceles como herramienta política: recordemos que en 2025 hubo episodios de presión (incluida la amenaza o imposición de aumentos arancelarios sobre importaciones mexicanas) que llevaron a negociaciones y a pausas temporales en la aplicación de medidas, por ejemplo, extensiones o pausas en la aplicación de tarifas adicionales mientras se negocian compromisos en materia de seguridad, migración y reglas de origen.
El gobierno mexicano ha planteado revisar y coordinar el capítulo del TMEC para reducir efectos adversos de eventuales aranceles estadounidenses y proteger las exportaciones, en la práctica, las negociaciones TMEC apuntan a instrumentar compromisos bilaterales que limiten que EE. UU. imponga aranceles unilaterales sobre bienes mexicanos si México toma ciertas medidas.
No todos los aranceles pesan igual: China o Estados Unidos
Pues sí, EE. UU. sigue a la delantera y los aranceles con el país son más costosos macroeconómicamente para México.
El 80–85% de las exportaciones mexicanas van a EE. UU.; un aumento de aranceles estadounidenses implica pérdida directa de mercado y potenciales caídas del PIB, empleo y divisas para ambos países, en el caso de México se ha estimado una caída en el crecimiento de hasta 2 puntos porcentuales y en el de Estados Unidos una caída de 1 punto porcentual, pues México aporta a su PIB alrededor de $2.06 billones de dólares que representa el 8.8% del PIB estadounidense.
Por el contrario, aranceles a China afectan cadenas de suministro (encarecen insumos, presionan inflación industrial y consumo) y pueden dañar a sectores exportadores que dependen de insumos chinos, que, aunque su relación comercial llega a sumar más de $120 mil millones de dólares, el efecto macro directo suele ser menor que la imposición de tarifas por EE. UU. hacia bienes mexicanos.
De aquí que la prioridad diplomática de México sea evitar un choque con EE. UU., aún cuando la presión política lleve a medidas contra China. En caso de pensar en una renegociación orientada a suavizar tensiones con EE. UU. tendería a preservar el acceso preferencial de bienes mexicanos al mercado estadounidense y podría traducirse en menores contingencias arancelarias para exportadores (reducción de riesgo de aumentos punitivos).
Cuantificar “%” o “monto” requiere acuerdos concretos: sin textos finales, las estimaciones van desde reducciones marginales de exposición arancelaria hasta medidas que evitarían pérdidas por decenas de miles de millones si se evita un arancel punitivo de 25–30% sobre exportaciones clave.
El principal beneficiario sería el sector exportador mexicano (automotriz, agroindustria, componentes electrónicos). Además, China vería limitado el efecto de medidas mexicanas si México alinea su política comercial con EE. UU., aunque las cadenas globales podrían reconfigurarse en favor de productores norteamericanos.
Cuál sería el horizonte para el 2026
El escenario base a finales de 2025 y entrada 2026 es de duda, pues si el paquete arancelario mexicano se aprueba parcialmente y EE. UU. mantiene su presión, 2026 podría verse marcado por mayor proteccionismo selectivo, con efectos heterogéneos por sector y posibilidad de medidas compensatorias.
Si las negociaciones TMEC logran acuerdos efectivos, el riesgo de tarifas punitivas se reducirá y la economía recuperará confianza; si no, el coste sería material para exportaciones y crecimiento. Los números definitivos dependerán de decisiones legislativas mexicanas y de la postura estadounidense en los próximos meses.
La estrategia más adecuada apunta a aplicar aranceles de manera selectiva, utilizar salvaguardas temporales respaldadas por análisis de impacto, avanzar en negociaciones dentro del TMEC/USMCA para reducir riesgos de medidas adicionales y fortalecer el diálogo diplomático para mantener relaciones comerciales estables y proteger el sector exportador mexicano.
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