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En México las remesas representan una fuente significativa de ingresos: de acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo, México concentra alrededor del 40.5% del total de las remesas que llegan a América Latina, de las cuales el 96% proviene directamente de Estados Unidos.
Las remesas globales sí han crecido en las últimas décadas y aunque las cifras varían según el año, México ha recibido históricamente más de $30,000 millones de dólares.
En julio de 2025, el Congreso estadounidense aprobó el llamado «One Big Beautiful Bill» (también conocido como “Gran y Hermoso Plan”), el cual incluye una novedosa disposición: un impuesto federal del 1% sobre remesas enviadas desde Estados Unidos a otros países. Esta tasa fue rebajada desde una propuesta inicial del 5%, que luego se redujo a 3.5%, hasta finalmente quedar en 1%.
Este impuesto se aplicará exclusivamente a envíos realizados mediante instrumentos físicos (efectivo, giros postales, cheques de caja) y no afectará a transferencias electrónicas, ni a pagos con débito o crédito emitidos en Estados Unidos, serán los proveedores de remesas (bancos, uniones de crédito o empresas de envío) quienes retengan el pago al remitente y lo entreguen al Tesoro estadounidense.
Además, aquellos ciudadanos estadounidenses que usen “proveedor calificado” y puedan probar el pago podrían reclamar el monto como crédito fiscal. La medida entrará en vigor a partir del 1 de enero de 2026.
¿Cuál es el impacto económico?
Las estimaciones indican que la recaudación total del impuesto podría llegar a cerca de $10,000 millones de dólares entre 2025 y 2035. Si consideramos el escenario en el cual el envío de remesas se reduce, incluso con una pequeña caída en los volúmenes, el impuesto podría generar entre $4,500 y $4,600 millones de dólares, cifra incluso mayor que con una tasa del 3.5% aplicada solo a no ciudadanos.
Y en México, según estimaciones, este nuevo impuesto podría reducir los envíos en aproximadamente un 1.6%, lo que representaría una pérdida anual superior a $1,500 millones de dólares para el país.
En términos proporcionales, otras naciones presentarán retos mayores:
• El Salvador, por ejemplo, perdería $198 millones, lo que equivale al 0.62% de su ingreso nacional bruto
• Honduras, con $175 millones (0.55 %) y Jamaica $79.8 millones (0.42 %)
• Estas cifras contrastan con la disminución de la ayuda oficial, ya que solo en 16 países el efecto del impuesto supera lo perdido por recortes de cooperación.
En cuanto al impacto en Estados Unidos, si bien el impuesto podría generar ingresos adicionales al Tesoro, varios analistas advierten que el monto real dependerá de cómo respondan los remitentes y si optan por vías informales o digitales exentas. Además, al añadirse a las comisiones promedio del 6% que ya enfrentan los migrantes, se supera ampliamente el objetivo del 3% establecido por Naciones Unidas.
Otro factor crucial es el tipo de cambio, aunque el impuesto se cobra en origen, cualquier reducción en el monto recibido en pesos impacta el poder adquisitivo de los hogares destinatarios.
Además, variaciones en el dólar frente al peso pueden mitigar o exacerbar los efectos: si el peso se deprecia, el receptor podría recibir más pesos por cada dólar, amortiguando parcialmente la pérdida. Sin embargo, el impuesto recorta directa y proporcionalmente el monto enviado, lo cual reduce el flujo de recursos a nivel familiar y comunitario, especialmente en zonas donde las remesas son vitales e importantes.
¿Qué se espera a futuro? Que México y otros países receptores enfrenten el reto de lidiar con la reducción de ingresos y explorar mecanismos alternativos para sostener los apoyos familiares. Podría haber incentivos para fomentar el uso de transferencias digitales (ya que están exentas del impuesto), también es una opción que México busque acuerdos diplomáticos o mecanismos compensatorios (como créditos fiscales o proyectos de cooperación que mitiguen el impacto económico).
Por otro lado, si el impuesto genera mayor inclusión financiera al convertirse en incentivos para usar servicios bancarios, podría tener un efecto positivo en el largo plazo, aunque esto depende de políticas públicas efectivas.
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