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Durante agosto la economía global continuó creciendo, si bien lo hizo a un ritmo menor que el registrado en el mes previo, estos fueron mayores a los que se tenían previstos, lo anterior ha ocurrido en un entorno de incertidumbre y del apretamiento de las condiciones monetarias globales, ante una heterogeneidad en la recuperación económica entre regiones. Este desempeño en la economía mundial obedece, en parte, al impulso del sector de servicios y de manera relacionada, a la resiliencia de la actividad de los diferentes agentes de la economía, esto ha contribuido a una evolución favorable del consumo, la normalización de las cadenas globales de suministro y el comportamiento positivo de la inversión en algunos países, lo que ha apoyado al crecimiento económico global.
La actividad en la eurozona se ha presentado de manera marginal y en los países de América Latina se ha observado una moderada recuperación. En contraste, se destaca la resiliencia de la economía de Estados Unidos donde las cifras de la actividad económica se han ubicado por arriba de lo previsto, con una desaceleración desincronizada, donde las variables económicas con resultados mixtos han evitado un debilitamiento abrupto, esto al tener sectores contrayéndose al tiempo que otros están expandiéndose, lo anterior está asociado con los efectos asimétricos de los choques inducidos por la pandemia y con los distintos rezagos con los que opera la política monetaria, la cual ha afectado de manera más rápida y notoria a la producción industrial que a las actividades terciarias.
Los pronósticos de crecimiento se han revisado al alza durante este año, no obstante, aún se espera una desaceleración económica durante este tercer trimestre y a pesar de lo anterior, los analistas consideran que la probabilidad de que próximamente ocurra una recesión ha disminuido, inclinándose a un escenario de softlanding, mientras que en la economía China ha registrado una debilidad mayor a la prevista, sumándose diversos factores globales, como también propios de la región, donde los más relevantes para el mercado se han dado por parte del Banco Popular de China, el cual ha implementado medidas de intervención monetaria, ante las preocupaciones del gobierno sobre una pérdida del impulso en la economía asiática.
Otro factor que ha sido protagonista durante este mes es la creciente divergencia en la política monetaria, entre economías avanzadas y mercados emergentes. Entre las primeras, se espera que el Reserva Federal de Estados Unidos haga un incremento más en su tasa de interés de 25pb en este año, al igual que el Banco Central Europeo (ECB) y el Banco de Central de Inglaterra (BoE). Por el contrario, en algunos organismos centrales, como el caso de Chile y Brasil, están comenzando a relajar su actual postura de monetaria restrictiva. Los riesgos geopolíticos, es otro factor que se ha mantenido sobre la mesa, influyendo en la toma de decisiones de un sinnúmero de agentes económicos. Las tensiones entre EE. UU. y China (a pesar de los recientes intentos por aminorarlas) y el conflicto en Ucrania, han generado reacomodos en muchos frentes. Uno de los más importantes ha implicado modificaciones en la dinámica del comercio exterior y la inversión extranjera directa.
En México, la economía ha sido más fuerte de lo esperado, manteniendo un optimismo, con el sector servicios y la producción industrial, como los principales motores que han contribuido al buen desempeño. Por otro lado, la demanda interna ha continuado creciendo, donde esta expansión ha estado apoyado por el consumo interno, creciendo a un ritmo por encima de lo anticipado y de igual manera el mercado laboral siguió mostrando fortaleza.
La inflación general continúa disminuyendo de manera favorable; donde la no subyacente ha contribuido en gran manera a esta desaceleración, definiendo una tendencia bajista más clara. En el frente de política monetaria, el banco central mantiene su tasa de referencia sin cambios en 11.25%, donde ha dado señales que el posible ciclo acomodaticio podría iniciar hasta la primera reunión del 2024.
El peso mexicano ha sido otra variable que ha destacado en la economía mexicana donde continúa mostrado un comportamiento resiliente, acumulado una ganancia de alrededor del +13.0% durante este 2023. Entre los factores que han explicado la resiliencia de la moneda nacional en el mediano plazo, son los sólidos fundamentos macroeconómicos de México con respecto a otras economías, las perspectivas positivas sobre el proceso de relocalización de inversión extranjera directa, el alto flujo de remesas y el debilitamiento del dólar, acompañado de expectativas de un próximo relajamiento en el ciclo restrictivo de la Reserva Federal.
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